Al fin y al cabo, y perdón por irme tan lejos, cuando la historia todavía no se llamaba así, allá en el remoto tiempo de las cavernas, ¿cómo se las arreglaron para sobrevivir aquellos indefensos, inútiles, desamparados abuelos de la humanidad? Quizá sobrevivieron, contra toda evidencia, porque fueron capaces de compartir la comida y supieron defenderse juntos. Y pasaron los años, miles y miles de años, y a la vista está que el mundo raras veces recuerda esa lección de sentido común, la más elemental de todas y la que más falta nos hace.
El frío nos hizo madrugar. La salamandra ya no nos brindaba calor y el lugar tan gentilmente cedido era prácticamente una heladera. Esto nos obligó a partir temprano rumbo a Río Grande. Faltaban alrededor de
Como a las 3 de la tarde llegamos a la ciudad y aprovechamos el monumento a la trucha para descansar 5 minutos y sacarnos unas fotografías. Nos comunicamos con Emiliano y nos dio las coordenadas de su hogar donde nos esperaba Ana Claudia, una gallega chispita compañera de Emi.
La verdad es que llegamos muy hambrientos y nos ofreció unos ravioles especiales (las malas lenguas dicen que estaban hace unos cuantos días en la heladera). Al rato llego Emi de su trabajo y después de un rato de charla lo acompañamos a jugar al futbol. No pudimos ser parte de la partida pero disfrutamos de la magia intacta de Emiliano (jajaja).
Ese día no recorrimos la ciudad, pues estábamos cansados, ya era un poco tarde y el viento frío completo la escena para quedarnos bien guardaditos. Pedimos una pizza y nos pusimos al día con nuestras vidas.