sábado, 19 de marzo de 2011

Un vuelo sobre ruedas

Con todo el equipo preparado llegamos al aeropuerto Jorge Newbery listos para partir a la gran aventura. Aldo y María, papas de Hernán, y Cel, novia de Marcos, fueron testigo de los últimos momentos en la gran ciudad.

Despachamos nuestras "nenas" (la Rutera, de Hernán; y el "Rayo" del negro) y el resto del equipaje que, a simple vista, superaba ampliamente los 15 kg permitidos sin que te cobren exceso de equipaje. Pero, la amabilidad y generosidad de Carla y Majo, empleadas de Aerolíneas, no tuvimos que desembolsar ni un centavo.
Asiento 24 A y B eran nuestras ubicaciones. Hernán, junto a la ventana, miro asombrado el transcurso de su primer vuelo. Después de 3:30 hs llegamos a la ciudad más austral del mundo, Ushuaia. El reloj marcaba 11:23. Enseguida nos pusimos a armar las bicicletas y allí apareció nuestro primer piedra en el camino.

La rueda delantera del "Rayo" sufrió los embates de valijas ajenas haciendo que la misma quede totalmente descentrada (chueca, en criollo). En vano quedo el intento del negro que, lo más cercano a "centrar" algo fue un córner mal pateado en un CADU - Mar del Tuyu (vale aclarar, Marcos es uno de los jugadores más ganadores del Tricolor de Santa Teresita)Ya al mediodía, Roberto y Gladys, empleados del aeropuerto, llevaron a Hernán a una bicicletería a solucionar el tema. Este no encontró nada abierto y tuvo que esperar a que abriera hasta las 17 Hs. Mientras tanto, Marcos esperaba ansioso en el aeropuerto. Para las 6 de la tarde todo estaba en orden. Una pequeña vuelta por el centro, una milanesa completa bien ganada y a pensar.. en donde dormir.

El espíritu aventurero, no nos permite pagar un alojamiento junto a gringos adinerados, así que volvimos al aeropuerto y pernoctamos ahí, calentitos y seguros. Justamente, los días previos al viaje, empecé una lectura que me impresionó más hondamente que todo lo que había leído hasta entonces. Tampoco más adelante he vivido tan intensamente un libro, excepto quizá Karl Marx.

Era un tomo de Novalis, con cartas y sentencias, muchas de las cuales no comprendía pero que me atraían y fascinaban enormemente. Una de ellas me vino en aquel momento a la memoria y la escribí al pie del libro de viaje: «Destino y sentimiento son nombres de un solo concepto.» Ahora lo comprendía.

Fotos: Rumbo a Tolhuin

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