viernes, 1 de abril de 2011

Día 7: Un descanso obligado

Nos esperaba una jornada larga y con varios condimentos. A Hernán se le inflamo la rodilla y estaba muy preocupado, pero visito a un kinesiólogo y lo tranquilizó bastante. (Solo era por el esfuerzo realizado, nada grave).

Fuimos de compra al súper, comimos vegetariano y luego de una siesta junto a Emi y Ana Claudia jugamos un buen rato al Badmington (salvo Hernán que siguió de largo con la siesta, efecto de los calmantes que le receto el doc).

Por la tarde noche, compramos algunas cosas que nos habíamos olvidado como el cuellito polar, una remera térmica (Marcos) y unas zapatillas (Hernán aprovecho los bajos precios de al zona y adquirió unas zapas de categoría a un valor irrisorio). Mas tarde fuimos a un cumple de una compañera de trabajo de Emi y la pasamos genial. Comimos, bailamos, nos divertimos.

Pero como nos invitaron a un asado, el ajuste del kinesiólogo fue la mejor excusa para disfrutar un poco más de amigos en Río Grande y para revisar nuestras mochilas, donde no había ni un solo objeto de esos que no sólo no están prohibidos, sino que son recomendables, y hasta imprescindibles, en la cartera de la dama y en el bolsillo del caballero:
*Resulta reveladora la ausencia de semillas transgénicas, de ésas que están convirtiendo a los campesinos del mundo en felices funcionarios de la empresa “Monsanto”.
*No transportamos ningún tratado de libre comercio, de esos que dicta el todopoderoso país que jamás ha practicado ni práctica semejante cosa.
*Tampoco llevamos picanas eléctricas, ni otros instrumentos de tortura necesarios para los interrogatorios que ese país sí ha practicado, y practica, para promover la libertad de expresión.
*Y por último, en nuestras pertenencias no hay bandejas de MacDonald´s ni de Burger King, ni de ninguna otra empresa consagrada a la noble misión de luchar contra el hambre multiplicando a los gordos.

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