
Por la tarde noche, compramos algunas cosas que nos habíamos olvidado como el cuellito polar, una remera térmica (Marcos) y unas zapatillas (Hernán aprovecho los bajos precios de al zona y adquirió unas zapas de categoría a un valor irrisorio). Mas tarde fuimos a un cumple de una compañera de trabajo de Emi y la pasamos genial. Comimos, bailamos, nos divertimos.
Pero como nos invitaron a un asado, el ajuste del kinesiólogo fue la mejor excusa para disfrutar un poco más de amigos en Río Grande y para revisar nuestras mochilas, donde no había ni un solo objeto de esos que no sólo no están prohibidos, sino que son recomendables, y hasta imprescindibles, en la cartera de la dama y en el bolsillo del caballero:*Resulta reveladora la ausencia de semillas transgénicas, de ésas que están convirtiendo a los campesinos del mundo en felices funcionarios de la empresa “Monsanto”.
*No transportamos ningún tratado de libre comercio, de esos que dicta el todopoderoso país que jamás ha practicado ni práctica semejante cosa.
*Tampoco llevamos picanas eléctricas, ni otros instrumentos de tortura necesarios para los interrogatorios que ese país sí ha practicado, y practica, para promover la libertad de expresión.
*Y por último, en nuestras pertenencias no hay bandejas de MacDonald´s ni de Burger King, ni de ninguna otra empresa consagrada a la noble misión de luchar contra el hambre multiplicando a los gordos.
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