El viento ya estaba muy presente y aprendimos que, cuanto mas tarde el viento es mas violento. Nuestro objetivo era llegar al paso fronterizo San Sebastián, pero la naturaleza y el caprichoso trayecto de la carretera no permitieron que lo cumplamos. Luego de darle de lo lindo a los pedales, habíamos recorrido solo 40 Km. Todos, y cada uno de ellos, viento en contra.
Nos parecia en vano seguir, estabamos cansados, hambrientos y con pocas fuerzas. Vimos una estancia y paramos a preguntar si podiamos pasar la noche ahí, pero recibimos la negativo del gaucho porque no se encontraban los dueños de la misma: “Tengo prohibido dejar entrar extranjeros a la estancia”, fueron sus palabras excusadas.
Lo “prohibido” no es algo eterno; puede variar. También hoy cualquiera puede acostarse con una mujer si antes ha ido al sacerdote y se ha casado con ella. En otros pueblos, puede ser de otra manera. Por eso cada uno tiene que descubrir por sí mismo lo que le está prohibido. Se puede ser un gran canalla y no hacer jamás algo prohibido. Y viceversa. Probablemente es una cuestión de comodidad.
Presentimos, que el que es demasiado cómodo para pensar por su cuenta y erigirse en su propio juez, se somete a las prohibiciones, tal como las encuentra. Eso es muy fácil. Pero otros sienten en sí su propia ley; a esos les están prohibidas cosas que los hombres de honor hacen diariamente y les están permitidas otras que normalmente están mal vistas. En fin, cada cual tiene que responder de sí mismo.
Por enden, decidimos armar la carpa junto a la ruta, en un reparito, delante de la estancia. Luego de comer nos fuimos a dormir despues de recorrer 400 cuadras con un esfuerzo demasiado grande. Eran las siete de la tarde, la noche ya se estaba presentando en sociedad y nuestros cuerpos pedian a gritos la posicion horizontal.
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